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lunes, 20 de mayo de 2013


A comer

Lavarse las manos,

sentarse a la mesa,

pedir la comida,

así es como se empieza.

 

Lavarse las manos,

sentarse a la mesa,
pedir la comida,

así es como se empieza

 

A comerse la sopa,

a comerse el arroz,

a comerse la carne,

que mamita preparó
 
Si no comes no hay merienda

ni paseos ni diversión

si no comes no hay amigos

ni verás televisión

 

tiqui tiqui tiqui tiqui

los dientitos tiqui van

triturando la comida

el niñito va a engordar

 

tiqui tiqui tiqui

los dientitos tiqui van

triturando la comida

el niñito va a engordar

 

A Comer. A comer


 
 
 

El desfile de las letras



Que dejen toditos los libros abiertos,
ha sido la orden que dio el general;
que todos los niños estén muy atentos,
las cinco vocales van a desfilar.

Primero verás que pasa la "A"
con sus dos patitas
muy abiertas al marchar.

Ahí viene la "E"
alzando los pies,
el palo de el medio
es más chico como ves.

Aquí está la "I",
la sigue la "O",
una es flaca y otra gorda
porque ya comió.
y luego hasta atrás llegó "U"
como la cuerda

saltas tú



 




Naranja dulce





Naranja dulce
Limón partido
dame un abrazo
yo te lo pido

Si fuera falso
tu juramento,
en otros tiempos
se olvidarán

 Toca la marcha
la marcha toca
a mi casita
yo ya me voy

 A la cocina
yo voy corriendo

a comer dulces

y no les doy

domingo, 19 de mayo de 2013

FÁBULA: EL PASTORCITO MENTIROSO


EL PASTORCITO MENTIROSO

Pastando un Joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
"¡Auxilio que viene el Lobo amigos labradores!"
Éstos al oírlo, abandonando sus labores,
y acuden prontamente,
pero hallan una broma solamente.

Vuelve a llamar el bromista, y temen la desgracia.
Pero por segunda vez, los burla. ¡Que linda gracia!
Pero, ¿qué sucedió la vez tercera?
Que vino en realidad la hambrienta fiera.

El Joven se alborota,
y por más que patea, llora y grita,
no se mueve la gente desengañada,
y así, el Lobo devoró su manada.

Moraleja: Cuantas veces resulta de un engaño,
contra el engañador el mayor daño.



CUENTO CLÁSICO

LOS ZAPATOS ROJOS DE CARLA

Había una vez, una joven llamada Carla que tenía los zapatos rojos. Vivía en una ciudad en la que nadie usaba zapatos, sino tenis. Esto hacía que todos se fijaran en ella,  pero además, como tenía los zapatos rojos y brillantes, más se notaba que era distinta a todos, era demasiado bonita para muchos, por lo tanto tenía muchos pretendientes.

Sus zapatos la hacían alguien muy especial, esa joven podía volar con sus zapatos y viajar a otras épocas o lugares del mundo acompañada de tantas personas como ella quisiera.
Carla tenía muchos pretendientes muy guapos, pero no eran dignos de ella ni de su gran corazón, dado a que todos eran unos engreídos, no faltaba hombre que fuera y a los 10 minutos ya tenía la puerta en la cara.
Carla, cada día se entristecía más, preguntándose si algún día vería y tendría en su casa a un hombre de corazón bondadoso.
Esa misma tarde un joven llamado Arturo muy apuesto montado en un caballo muy bello y cuidado, toco a la puerta de aquella joven, ella que ya no tenía ni la más mínima esperanza, al principio no quiso interactuar demasiado con él pero minutos después comenzaron a planear la boda.
Tuvieron tres trillizas y tres trillizos, a los muchachos, su padre les creó unos tenis azules que se podían transportar y a las niñas su madre les creo otros zapatos rojos.
Cuentos cortos - la princesa y su caballo veloz